lunes, 27 de febrero de 2017

FRANCISCO CERVANTES




Ojos por teléfono



Al rasurarse, vio que tenía los ojos de otro.
Y, por su parte, los ojos le miraban con reproche. No
    obstante,
salió a la calle. En su despacho, su secretaria lo saludó
sin mirarle.
Cuando el primer cliente acudió a hablar
con él y empezó a exponerle su caso, se detuvo en seco,
tras las primeras palabras. No era alguien que
lo conociera demasiado, mucho menos un amigo.
—¿Qué le sucedió en la cara? —preguntó.
No supo qué contestar.
Así sucedió con todas las personas que fueron
a verlo. Pero sentía terror por la hora de la salida,
cuando llegara Berenice.
Tomó el teléfono. Muy despacio marcó los números.
La escuchó.
—No vengas por mí. Por favor espérame —le dijo.
Berenice estaba a la expectativa.
—¿Qué te ocurre? —habló por fin—. Se te oye
una voz distinta, como si algo te hubiera pasado
en los ojos. 


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