La libación y los oficios
Precisamente
altivo había ido
a oír
misa.
Descansaba
mi pueblo según la siesta lo quería.
Lateral
y supino,
sin
otra recompensa que el cuerpo de la virgen
de
regreso del cepo y de la pira.
La
libré del mal
cuando
en blando mal dormía
como
cordero que en pradera pace y se tiende
boca
arriba.
En
víspera del séptimo día
doblaron
las campanas
y
ardió el cirio envuelto en ancho resplandor.
De
los sepulcros se alzaron los muertos,
bien
dispuestos.
Anhelaban
beber la sangre de la herida
vertiente
de la vida.
Y era
fatigosa la imprecisión de esa fatiga
y
codiciada
cuando
su sangre me anegó.
Harto
y uno volví donde moraba sin morada.
Mi
pueblo descansaba en paz.
De: “Mixtión”
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