La sospecha
Cerró la puerta. Receloso miró tras de sí
y arrojó la llave en su bolsillo. Fue entonces cuando lo
arrestaron.
Lo torturaron durante meses. Hasta que una tarde
él confesó
(y esto fue tomado como prueba) que la llave y la casa
eran de su propiedad. Pero nadie entendió
por qué trató de esconder la llave. Y así,
a pesar de su exoneración, él siguió siendo un
sospechoso.
De: “Testimonios B”
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