lunes, 13 de noviembre de 2017

ANDREA OCAMPO




Largo alucinar



Cada mañana mi vecina abraza
la prenda seca que antes lavó.
Baila y murmura…
amo lo que amas amo que laves
–yo te amo– amo que laves mi ropa
–amaría que amaras
todas las cosas que no quiero lavar–
Con la íntima emoción
de lo prohibido
mezclaba en mi patio cloro y detergente
y en siestas de calor
aparecía Jim Morrison. Desde el mosaico,
crecido repetía
enciende mi fuego, nena,
antes de escurrirse por la rejilla.
Las madres fregadoras
celebrando su tarde
en la tabla de madera
con jabón la perdiz, veían
en la espuma,
no sólo la amenaza a la juventud
de sus manos, sino también
la cara de Gardel cantando
bajito: percanta que me amuraste.




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