La abertura original
Por la
abertura original he caído,
el de
atrás me empujó a mí,
yo al
de adelante.
Me
rompí la boca al caer,
pues
tengo las manos atadas
y los
ojos cerrados por la membrana de los siglos.
No me
culpen;
el mal
ya existía antes de que yo llegara.
Todo
estaba ocupado,
salvo
un pequeño sitio en un viejo vagón del metro.
Ahí
llegué como niño frente al espejo,
subí, me
bolsearon, manosearon, besaron,
arrancaron
mis ciegas ropas, mi alma; mi dignidad
se dio al juego;
con mi
vergüenza por delante y mi deshonra
por atrás,
yo
empujé
al de
enfrente
y el de
rojo me empujó por la abertura original.
Salí
rompiendo mi cerebro contra una gran plaza
acorralada
de edificios violadores de inocencias.
Nada
reconocí pues nada es mío,
caminé
despacio entre la gente
apretado
contra mi alma y un suspiro arrinconado.
Del
lado izquierdo apareció una mujer,
con
boca de cierre,
me
hacía señas con los ojos,
me
llevó a una pared blanda, oscura,
puso
mis manos atadas sobre la abertura original
y
reconocí a Dios,
mientras
el mundo me empujaba
y yo
empujaba al mundo.
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