jueves, 14 de diciembre de 2017

MARCO FONZ




La abertura original



Por la abertura original he caído,
el de atrás me empujó a mí,
yo al de adelante.

Me rompí la boca al caer,
pues tengo las manos atadas
y los ojos cerrados por la membrana de los siglos.

No me culpen;
el mal ya existía antes de que yo llegara.

Todo estaba ocupado,
salvo un pequeño sitio en un viejo vagón del metro.

Ahí llegué como niño frente al espejo,
subí, me bolsearon, manosearon, besaron,
arrancaron mis ciegas ropas, mi alma; mi dignidad
          se dio al juego;
con mi vergüenza por delante y mi deshonra
           por atrás,
yo empujé
al de enfrente
y el de rojo me empujó por la abertura original.

Salí rompiendo mi cerebro contra una gran plaza
acorralada de edificios violadores de inocencias.
Nada reconocí pues nada es mío,
caminé despacio entre la gente
apretado contra mi alma y un suspiro arrinconado.

Del lado izquierdo apareció una mujer,
con boca de cierre,
me hacía señas con los ojos,
me llevó a una pared blanda, oscura,
puso mis manos atadas sobre la abertura original
y reconocí a Dios,
mientras el mundo me empujaba
y yo empujaba al mundo.


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