Principio último de realidad
Se
ha
partido
en
dos
la
estatua
del
jardín
(caso de que en casa hubiera habido un jardín): dio
a luz la zarigüeya (sigamos
alumbrando
esta escena con
la
imaginación) (¿cachorro
de zarigüeya en español se
dice?) (tenemos jabato,
lobezno, alevín, gazapo, etc.)
(siempre tenemos etc.): ya
crecen de sopetón las
avellanas en el olmo, las
drupas en el peral, la flor
del limonero en el avellano,
el pruno dio pimienta blanca:
Proteo se transforma en Pan,
Pan Príapo y Príapo un Febo
penecorto de yeso, hombros
tocados de verdín. ¿Dónde
está la estatua? ¿El jardín?
A veces en Mesopotamia,
otras muy al sur de La
Florida, estuvo en una
ocasión en Cuba, se trasladó
(unísono) a Brujas, Puerto
Varas
(el Osorno a la vista)
de vuelta entre Babilonia
y Asiria, a Mesopotamia:
entro en escena, voy a
reparar
la estatua partida
en dos mitades precisas,
anoche o anteanoche,
entre medianoche y
Aldebarán o Alfa del
Centauro iluminando
hacia las dos el suelo
escarchado, cielo
despejado, luna llena,
por detrás, la estatua:
de dril cien me vestí,
sombrero
blando, zuecos
colorados,
clavellina en el
ojal de la camisa, para la
ocasión almidonada en la
habitación trastera de la
casa: ora por Zoila la del
soldado chuleada, ora la
mismísima madre que ora
me alumbrara, ora fuera
progenitora de la estatua
(quien idea controlando
fraguas, forja estatuas,
levanta jardines, casas
con
balcones labrados,
atalayas,
la hermana
una gárgola, la madre
una ojiva). Juntar lo
escindido. El laurel de
Indias se niega en rotundo,
las alimañas que sirvieron
de pasto a las aves carroñeras
se niegan por igual. Acudo
a mi padre, hez fecal sin
concesiones,
delante de mis
narices levanta su mortaja
escindida en partes dos,
una mortaja de cal (¿soy
o
no soy yo?) y me
conmina a mirar detrás
del desmoronamiento de
su ojo del perpetuo orzuelo,
casa (alfabeto de derecha
a izquierda) muebles (ni
polvo ni sombras ni matas
de interior) se desmoronará
el jardín, luego la estatua
de
cuyo yeso saldrá la
sombra de la zarigüeya,
unas
alimañas saldrán a
ingerir
(sin concesiones)
todo cuanto en
potencia,
y
más
allá,
deviene.
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