viernes, 16 de febrero de 2018

MIJAIL LAMAS


  


Los rostros más altivos,
las cabelleras blondas,
las helénicas diosas de figuras turgentes
-su fugitivo fruto tiene amarga semilla-
siempre fueron esquivas a mi tacto;
desdén era su signo.

Pero ahora que esta dama de cetrina figura
y gélido semblante,
me ha tendido sus brazos
¿cómo podría negarme?


De: “Canción del navegante de sí mismo”



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