domingo, 12 de agosto de 2018

ROSA ESPINOZA





Mudar es desprenderse



Por la puerta de aquella mi casa
un buen día salieron
todos mis vestidos,
hileras de zapatos,
abrigos viejos,
libros entrañables,
cajas con fotos y calzones,
y las ganas de seguir.

Uno a uno en el camión rentado,
se montaron bultos,
los años que pesaban,
el sartén,
y un par de tazas sin café.

Por el mismo quicio,
cruzaron mudas de ropa,
bolsas llenas de tristeza,
y el temblor en mis pies
que se aferraban a ese suelo.

Mi lengua tropezaba,
mis entrañas se abatían.
Pero el vértigo de lo incierto,
del futuro promisorio
persistió con la succión.

Esa puerta vio salir
mi porvenir y las cobijas,
el frío de mi espalda,
los abrazos.

Algo más se aferró a quedarse,
adherido está en las paredes,
junto al aroma de tabaco
y el brillo de tus ojos.

Ya hay resignación y entiendo bien
que mudar es desprenderse
para siempre,
aunque el corazón
mantenga intactos los latidos
y no haya más remedio que seguir
del otro lado del umbral.



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