lunes, 8 de octubre de 2018

LEOPOLDO AYALA


  


Hablándole al Che
(Fragmentos)



Ha llegado la hora de explicarte.
Me quito esta certeza tuya con palabra a lo
futuro.
Que se abra la puerta de tu muerte un instante,
que se abran todas las puertas
y brote de sus muros quien no murió y fue
enterrado sobre sus labios.

(…)

Haz muerto.
Muerto dicen los que llevan los brazos de tu
muerta alegría.
Muerto después de días de incesante caza
bien armada a tus ideas.
Muerto de tus dedos muertos.
Muerto de tus ansias.
Muerto ignorando la sombra de un dios que odia
por no confundir ser su misma medida
y arrancar en paño intento de su imagen
lo que tiene de veras.

Suena a golpe todo esto,
también el hacha de oficio del soldado que corta
tus manos suena a golpe
y corta las de mi país
y a cadáver suena dentro de ti.
Tantos gestos jóvenes amontonados en todas
partes
ya dejan de ser desiertos
y desvinculan su terror en deseo de un deseo
casi aventura del impulso de morir.
Son el blanco certero a tus fulgores,
Comandante.
Son tu ropa que huella a lo largo
la demencia que dejaste fuga a tu espalda.
Son la sordera del egoísmo que no tocó tu
cuerpo.
Son tus zapatos de trabajo y tierra, Guevara.

(…)

Ven a ocupar tanto sitio,
que padezca el asesino de América la mirada
que te ha dañado
y que quede en el hombre tu mirada.
Qué amor o qué muerte pueden dejar de existir
del todo.
No te entierro Comandante.
No te entierro.
Sólo un puñado de tierra arrojo a la herida
definitiva de tu pecho
que balancee todo el amor que te compartió.


(México, 1939)


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