Eva
Entre
todas las doncellas que pastan
en los patios del Sofista ninguna más hennosa
que Eva,
Eva, la del cuello especialmente creado
para ramonear hierba en otros planetas.
Eva,
ahora sólo eres un agujero donde el zorro
esconde sus tesoros epilépticos.
Eva,
por tu anillo
pasaban tiritando, el falo erecto, los planetas
iracundos.
Eva y yo a picotazos disputábamos
los gusanillos de los años.
Ustedes son jóvenes,
ustedes nunca sabrán cómo era este
poblado en el tiempo en que la ciudad vivía
colgada del rabo de los purísimos mandriles.
La corniveleta muchacha llegaba.
Hervía la ciudad.
En los billares pastan las calumnias,
en los circos cacarea la arena.
Me saltan las lágrimas cuando el Dandy
me conduce a los balnearios donde Eva los
obeliscos de nuestra pasión empollaba:
Por las playas buscábamos delirios, quizás estrellas,
megaterios.
en los patios del Sofista ninguna más hennosa
que Eva,
Eva, la del cuello especialmente creado
para ramonear hierba en otros planetas.
Eva,
ahora sólo eres un agujero donde el zorro
esconde sus tesoros epilépticos.
Eva,
por tu anillo
pasaban tiritando, el falo erecto, los planetas
iracundos.
Eva y yo a picotazos disputábamos
los gusanillos de los años.
Ustedes son jóvenes,
ustedes nunca sabrán cómo era este
poblado en el tiempo en que la ciudad vivía
colgada del rabo de los purísimos mandriles.
La corniveleta muchacha llegaba.
Hervía la ciudad.
En los billares pastan las calumnias,
en los circos cacarea la arena.
Me saltan las lágrimas cuando el Dandy
me conduce a los balnearios donde Eva los
obeliscos de nuestra pasión empollaba:
Por las playas buscábamos delirios, quizás estrellas,
megaterios.
Decenios
recorrimos las arenas
hasta reconocer tus ojos en una malagua.
Eva: tu belleza ofendió a las matronas.
El Inquisidor mandó desnudarte: en tus senos
los alguaciles descubrieron huellas de los mordiscos
del Giboso.
El gentío aulló: esa misma tarde te condujeron
a la hoguera.
Desde entonces ardes
y a veces en las noches me despiertan
los chillidos de tu calavera azul.
hasta reconocer tus ojos en una malagua.
Eva: tu belleza ofendió a las matronas.
El Inquisidor mandó desnudarte: en tus senos
los alguaciles descubrieron huellas de los mordiscos
del Giboso.
El gentío aulló: esa misma tarde te condujeron
a la hoguera.
Desde entonces ardes
y a veces en las noches me despiertan
los chillidos de tu calavera azul.
De: "El vals de los reptiles"
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