Cacería
Decidimos
tener novias. Ir a cazar, de entre las fieras, la que más cercana se halle a
nuestro barrio. La que logre aposentarse en nuestras ansias.
Pero la
libertad del viento y unos tragos nos atrapan. Atrás quedan las muchachas
vestidas de amarillo. El deseo se opaca.
Somos
los feos que buscamos la flor en la orilla del charco.
Ya no
hay a quien cazar en esta noche.
Y
Quevedo es un montón de mentiras: solo es el polvo y ya no el enamorado.
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