Qué fuerte esperanza, me decías. Y flotábamos en las nubes del recinto dichoso.
A uno y otro lado, la cascada luminosa de mi amor. Elegí el flanco justo donde
brilla el río. Por breve lapso salté hacia el destello no esquivo. Ahora es el
otoño que horada mi casa solitaria, el espejismo de la visión a espaldas de
nuestra reina madre el sol.
De: "Lo huidizo y permanente"
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