Los muertos
Siéntanse
en el regazo de los prados,
en una
encrucijada de caminos:
oyen
rumor de ruedas por la pendiente,
niños y
caballos saltar los setos.
Sienten
el trueno aproximarse,
los
crujidos sobre el cortado heno
(cuando
los hombres, por salvarlo,
corren
desde sus casas,
con el
cuerpo inclinado hacia la tierra).
Cada
tarde,
antes
que el campanario verde se abra en toques,
se
preguntan si la cresta del monte
no
dibuja un muchacho boca abajo,
durmiendo
sobre ellos.
Luego,
cuando en el hueco de los ojos
sueltas
corolas de campanas
descienden
a beber,
lentos
vuelven el rostro hacia las verjas:
si, en
otoño, un pastor se detiene
a
partir su pan sin temor
y en la
valla la clara grey se agolpa.
Ríen
entonces los muertos,
suavemente,
entre ellos:
sueñan
leve y más cálida la noche.
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