La hermana novicia
Cuando
en ella murió todo doloroso sentimiento
Y
cuando ya hubo perdido toda esperanza falaz,
Fue,
resignada, a buscar en un antiguo convento
La
gran quietud que prepara para la divina paz.
Sus
tocas baten el hábito de franela inmaculada
Cuando
ella,pálida,torna del paseo habitual,
De
aquella huerta sin flores, de los vientos abrigada,
Donde
hay sólo unas legumbres, unos mirtos y un parral.
Mas,
no obstante, ella cogió en un día de verano
Una
flor que trascendía a cierto recuerdo humano
Que
la empujaba –a pesar de la jurada obediencia-
Al
mundo, y ella aspiróla en un claustro solitario.
Y
después, habiendo puesto en santa paz su conciencia,
Murióse
como se extingue el alma de un incensario
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