martes, 21 de julio de 2020

RUDYARD KIPLING




Gehazí



¿De dónde venís, Gehazí,
figura venerable,
de escarlata y armiño
y cadena de oro de Inglaterra?
«De seguir a Naamán
y decirle que está bien todo,
por ello mi celo me ha nombrado
Juez en Israel.»
Bien hecho, bien hecho, Gehazí.
Extended vuestra mano atenta,
escapado apenas del juicio,
presta juramento para juzgar la tierra,
inamovible ante regalos en dinero
o el soborno secreto, más bajo,
del conocimiento que es beneficio
en cualquier plaza de mercado.
Descubrid e investigad, Gehazí,
voz que entre todos podéis juzgar,
la respuesta cierta, medida,
que revela las mentiras más negras-
la virtud clara, difícil,
la ira fingida a voluntad,
para intimidar a un testigo
y mantener en silencio al Tribunal.
Cuidad ahora, Gehazí,
que -en un aparte– nadie hable
en secreto con sus jueces
mientras se esté la vista celebrando.
Pues puede mostrarles -razones
para guardar en secreto alguna cosa
y con sutileza conducir las preguntas
lejos de aquello que hizo.
Vos, espejo de rectitud,
¿qué os aflige en vuestros votos,
qué significa el blanco que nace
de la piel entre las cejas?
Los quistes que brillan y se hunden,
las llagas que se pelan y sangran-
la lepra de Naamán
sobre vos y vuestra descendencia toda?
Levantaos, levantaos, Gehazi,
ajustaos la toga e id.
GehazÍ, Juez en Israel,
leproso blanco como la nieve.



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