Gehazí
¿De
dónde venís, Gehazí,
figura
venerable,
de
escarlata y armiño
y
cadena de oro de Inglaterra?
«De
seguir a Naamán
y
decirle que está bien todo,
por
ello mi celo me ha nombrado
Juez
en Israel.»
Bien
hecho, bien hecho, Gehazí.
Extended
vuestra mano atenta,
escapado
apenas del juicio,
presta
juramento para juzgar la tierra,
inamovible
ante regalos en dinero
o
el soborno secreto, más bajo,
del
conocimiento que es beneficio
en
cualquier plaza de mercado.
Descubrid
e investigad, Gehazí,
voz
que entre todos podéis juzgar,
la
respuesta cierta, medida,
que
revela las mentiras más negras-
la
virtud clara, difícil,
la
ira fingida a voluntad,
para
intimidar a un testigo
y
mantener en silencio al Tribunal.
Cuidad
ahora, Gehazí,
que
-en un aparte– nadie hable
en
secreto con sus jueces
mientras
se esté la vista celebrando.
Pues
puede mostrarles -razones
para
guardar en secreto alguna cosa
y
con sutileza conducir las preguntas
lejos
de aquello que hizo.
Vos,
espejo de rectitud,
¿qué
os aflige en vuestros votos,
qué
significa el blanco que nace
de
la piel entre las cejas?
Los
quistes que brillan y se hunden,
las
llagas que se pelan y sangran-
la
lepra de Naamán
sobre
vos y vuestra descendencia toda?
Levantaos,
levantaos, Gehazi,
ajustaos
la toga e id.
GehazÍ,
Juez en Israel,
leproso
blanco como la nieve.
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