martes, 13 de julio de 2021

JUAN CARLOS CABRERA PONS

 

 


 

 



l.

 

 

Para Silvia Sáez Delfín

 

 

Hermosa muerte la tuya, cosa contingente.
Venir a morir acaso a un mundo incierto, venir a morir
y solo, llegar acaso. Y casi al más roce tuyo, innecesaria,
casi al más roce tuyo, te me revientes. Hermosa
muerte la tuya.

Se puso los ajustados jeans casi al más roce
de sus caderas y de tirantes la blanca blusa
aquella tarde en que se perdió. No estaba yo —a mí
cuando la casa dejó ahí me abandonaba—,
pero lo sé, porque la ausencia
es Él que me lo ha dicho, que solo para ensayar
somos aquí venidos, para llegar acaso.

 

En el balcón aquél sembramos flores y plantamos
un barandal en que oscilaba el mundo. En la distancia
la garita del Diablo taconeaba
su líquido compás sobre la roca. Aquel
de los que sufren canto subía reptando las escaleras nuestras,
como en ascenso un río, y colaba las por debajo de la puerta
fauces sediciosas suyas para se venir
a germinar en las del balcón macetas. Yo,
“te lo ruego —dije, por el mal implícito
tras la palabra bondad—, seré bueno contigo”.

 

Llevaba amarillas las del balcón flores sobre la oreja
la en que me dejó tarde, luminosa, porque la culpa
es la más completamente necesaria parte
de la luz. Se postró
las de negra botas gamuza y,
sin yo verla, con ligero medró pie ajustadas
las en la piedras calle, y “para nos si acaso daño hacer
somos —decía me— aquí venidos”.

 

Porque la culpa es Dios, es la mi casa, a mí
con cuando abandonaba nos sin la quedamos. Porque la ausencia
es sí, porque la ausencia. Tomó macetas un de los que sufren
barandal en ascenso el río, rindió
sus las del mundo fauces sediciosas mías y celebró
las con encaje bragas milagrosas y dos el ajustado veces
corpiño tarde la
en que la perdía. Por la maldad implícita
yo le rogaba, por la su contingencia, seré
bueno contigo.

Dejados los fuimos de que sufren canto
y el barandal posaba en generosa mano
y ajustadas las en banqueta piedras su y yo. Y ella
rompió una burbuja de la plaza
de la Barandilla, como diciendo: “hermosa
muerte la tuya. Venir a morir acaso
a un mundo incierto, venir
a morir y sólo, llegar acaso. Y casi al más roce tuyo,
sin tiempo para nombrarte, casi
al más roce tuyo, te me revientas. Hermosa
muerte la tuya, como diciendo:
no te me mueras”.

 

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