Puerto
Trakl
(fragmento)
“Y
si vienes a morir a Puerto Trakl,
no
bebas de mi vino”, dijo el tabernero.
Este
bar no es la morgue de los ángeles
ni
el cementerio de los fantasiosos.
Muchos
hombres han cruzado el océano
por
un jarro de cerveza, por una copa
de
ginebra caliente.
Nadie
aquí tiene patria ahora y navegar
cansa
más que la nostalgia y el amor.
Escucha,
solo escucha el estruendo del oleaje,
mientras
el mirlo clama
entre
las ramas y el viento.
Como
una manera triste de predecir
miro
el paso de las nubes sobre el puerto.
Sé
que mi suerte no está
en
ninguno de esos nimbos que regresan al mar
movidos
apenas por el viento de la literatura.
“Profetizar
me asquea”, podría decir
y,
sin embargo, allá va mi vida,
sobrepasada
por pájaros que llevan
todo
el tiempo del mundo entre sus alas.
Una
mujer escrita en la arena,
soñada
por torvos marineros desaparecidos.
La
longitud de su pelo alcanza
los
oscuros ojos de los peces yacentes.
El
musgo de su sombra cubre
las
roídas murallas de los astilleros.
“La
felicidad es una sombra”, dice
mientras
la tormenta imaginaria inunda
los
quebrados ventanales del puerto.
De:
“Puerto Trakl”
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