Inquietudes sentimentales: IV
Criaturas:
si el dolor no fuera tan ilimitado como el infinito, yo habría roto sus
límites.
Porque
más allá de todo lo que la mente pueda imaginar, va mi alma inconsolable,
encerrada en su mutismo de duelo.
Criaturas:
las llamo, no con la voz que Dios ha dado al hombre para hablar a los que aman,
las llamo con otra voz creada en el fondo de mi ser por la desolación inmensa
de mi pena.
Vivo
de vuestros recuerdos, criaturas; cubierto de lágrimas el corazón, lágrimas que
fecundan mis bondades, como la lluvia a la tierra que da flores.
Criaturas:
vuestros nombres son la llave de un tabernáculo sagrado ante el cual ofrendo mi
alma en holocausto; son el secreto santo de mi vida, jamás lanzado a la
profanación.
Si
Dios existe, si no es farsa su justicia y su grandeza, él permitirá en él día
de mi muerte que yo lleve sobre mis labios, redimidos por el inmenso dolor de
haberlas perdido, la impresión dulcísima de vuestros castos besos; y en mi
frente la frescura de vuestras manitas adoradas.
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