Memoria
Era
tan leve, tan sutil, tan mía,
tan ingenua, tan diáfana y tan suave,
como el trino cordial que dice el ave
cuando comienza a parpadear el día.
Era
toda blancor de Eucaristía,
emoción de llegada de la nave,
y había en su ser, porque el amor lo sabe,
como una placidez de lejanía.
Una
voz queda en mí que la reclama,
una voz dolorosa que la llama
y que en mis horas sin cesar la nombra,
y
que la busca tras su amargo ruego
inútilmente, como busca un ciego
su luz perdida en medio de la sombra.
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