Un
puñado de sal
Un
puñado de sal me adormeció los párpados
cuando aleteó tu recuerdo sigilosamente.
Fue
un golpe de pétalos
desorientado y leve,
fue una música lóbrega
de resonancia quieta.
No
sé si en un destello venía tu mirada,
no sé si en la humedad de la neblina espesa.
Acaso
tu ademán de solitario viviera
entre los tallos
que se yerguen como espadas
en el centro de la noche.
Tal vez fuera tu gesto el que diseminara
estrellas de carbón bajo mis pasos.
Invierno,
lápida y ceniza
son expresiones que a tu vera crecen.
Entonces
la lluvia duele con dolor de agujas
y la sangre como un solidificado río de nieve
se desliza.
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