La hora muerta
Señor,
que me has dejado con los nervios muertos,
con los ojos hondos de tanto sentir,
con los labios llenos de ruidos inciertos;
Señor, me has dejado muerto por vivir.
Ya
no tengo aquellos temblores de loca
Que me derretían los labios en flor;
Ya no tengo aquellas fiebres en la boca…
Me has dejado muertos, los nervios, Señor.
Las
manos se quedan sin las convulsiones
De sangre, que aquietan las viejas visiones
Y los labios sueñan blancas emociones…
Señor
¿qué será este cansancio de vida?
¿Será la juntura de la florecida
carne con la sombra de las cosas idas?
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