Extraña
Siempre
fui una extraña. A veces me creía de la mano de todos,
entre
luces y sombras,
mi
voz entre las voces. Una amistad de corazón de pájaro
empapaba
mis manos.
Y de
pronto las cosas me volvieron la espalda,
dejándome
en el centro de una luz
tan
pálida, tan fría... Como de huesos. Como de peces recién muertos. Temblaba
allí. Miraba
el
detrás de las cosas,
las
nucas, las espaldas,
los
talones extraños,
el
confuso revés de las sonrisas,
el
secreto más triste y polvoriento
que
nadie se confiesa.
No
podía
salir
de aquella luz en la que nada
parecía
—ni era— como antes.
¿Por
qué yo?
Se
me helaban
los
labios de tristeza.
¡Si
existiera
sin
mirarme existir...! Tal vez para tan poco... Cuando de nuevo la luz se hacía
y mi
cuerpo giraba de la mano de todos,
entre
luces y sombras,
mi
voz entre las voces,
un
lejano recuerdo me oprimía.
Sigo
siendo una extraña.
De:
“Mariposa en cenizas”
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