miércoles, 11 de mayo de 2022

PHILIP LEVINE

 

  

Nuestro valle

 

 

No vemos el océano nunca, pero en julio y agosto
Cuando el peor calor parece alzarse desde la dura arcilla
De este valle, podrías estar caminando a través de las higuerillas
Cuando de pronto el viento enfría, y por un momento
Llega a ti un olor a sal, y entonces casi puedes
Creer que algo espera más allá de Abra Pacheco,
Algo masivo, irracional, e incluso tan poderoso
Que las montañas que se alzan al este de aquí
No tienen para ello una palabra.

Probablemente pienses que estoy loco al decir que las montañas
No tienen palabra para ‘océano’, pero si vives aquí
Comienzas a creer que ellas lo saben todo.
Mantienen ese inmenso silencio que pensamos divino,
Un silencio que crece en otoño, cuando cae la nieve
Lentamente entre los pinos; el viento decae,
Se hace menos que un susurro, y difícilmente puedes
Sostener tu aliento mientras tiemblas, aterrado.

Debes recordar que esta no es tu tierra.
No pertenece a nadie, como el mar junto al que una vez viviste
Y pensaste tuyo. Recuerda los botes pequeños
Emergiendo mientras las olas regresan, y los hombres
esculpen una vida de él solo para hallarse al fin
tallados hasta volverse nada. Ahora dices que esto es tu casa,
así que persiste, adora a las montañas mientras se pierden en el polvo,
espera en el viento, atrapa un sabor a sal, llámalo nuestra vida.

 

 

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