Sin
titulo
En
esta aurora triste, sin luz en la mirada,
un locutor vocifera
el despótico frio de lo urgente.
Una aldea se consume por el fuego en la cordillera
mientras los cansados pasos del campesino
recorren las calles de bruma y de miedo.
Los
caminos disipados bostezan sobre la piedra.
El
rostro quebradizo mira su soledad en el agua
y un caballo degollado
profana con su grito la penumbra del bosque.
Los
niños espantados no afianzan los párpados
porque sus noches edificadas con espinas jamás conocen el sueño.
Deliran
el mundo, la lejana utopía,
el rito inmortal,
la letra y el infierno que no crearon.
Desde
el abismo, el tiempo observa y les fosiliza el cuerpo.
El dolor humano, la desesperanza. ¿Dónde está Dios?
La
historia desgarra los intestinos donde los profetas de la catástrofe
han pregonado salmos y antífonas con sus ejércitos invisibles.
El
poeta escribe versos -es lo único que le queda-
mientras observa con impotencia
las siluetas ardiendo en el croquis del mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario