Afirmación
de confianza
Puedo y no quiero evitar los ojos de Imre Kertész,
su punto preciso de observación que se hiciera añoranza de matriz en otro
tiempo,
aunque a veces no alcance a comprender el sentido último de su mirada,
su ademán,
o esa sonrisa contenida, oblicua, como de sospecha.
Como el cuerpo de esos niños que se ovillan con gestos felinos ante el
sufrimiento o el frío.
Como si ya intuyeran,
por ejemplo,
que el dolor no les abandonará nunca,
ni siquiera un instante.
Que les habitará sin ensombrecerles,
incluso cuando en apariencia dé a la melancolía solamente un fundamento;
incluso cuando les parezca presentir que cada cual llora a su modo el tiempo
que pasa,
que los ojos han de tener la melancólica contemplación de lo acostumbrado,
sabedores de su indiferencia hacia con la primavera y el verano,
aunque los retoños de los robles, lo quiera o no,
son una afirmación de confianza.
Rechazan el patetismo.
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