Nuestra espesa encarnación
(O
Aleijadinho)
I
Dedos
distantes entre sí nos sacaron de las brumas
Y no brotó la voz, brotó la forma
Que así pudimos observar, no en ese entonces,
Sino en contadas ocasiones.
Objeto de leyendas en los aires
Y la porosa fe,
Que aceita apariciones, cinceladas
A todas luces en nocturnos moradores.
¿Podremos concretarlos
Con esqueletos, escaleras a tramos,
Sólo a tramos,
Envolturas de una brisa escasamente interrumpida?
Señor de la ira que nos labras
Con aliento de brandy y ajo.
¿Nos diste nacimiento?
Caen las vestes
Y la materia, nuestra espesa encarnación,
Definida en una sola pieza
O cada pieza,
Más de repliegues que de pliegues.
II
un trueno imprime concisas espirales:
Concreta en tus figuras lo que vamos a invocar
Y podemos
Sólo porque quisiste o te fue imposible no quererlo.
Los harapos y unos dedos
Movidos por un viento;
No cesaron los golpes que acudían de tus venas
Y hermosas pesadillas,
De esa forma atropellaron las plegarias
Para que fluyeran, más suaves, pasionales,
Y levantaran el tablado de nuestras tribulaciones
Y enemistades
A quienes acusar
Para que castigaran celestes tribunales.
Señor, más que señor,
Mayordomo de nuestras ansiedades,
Te agradecemos, padre, que les hayas otorgado
El gesto que hemos visto
En el alma, acaso nuestra alma.
De: “Regimiento de nieblas”
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