La
recluta del tiempo
Los
minutos se miran, se saludan,
en la estación donde llegará el tiempo
a recogerlos rápido y llevárselos
más allá del rumor de los adioses.
Cada minuto lleva su equipaje:
una efímera carga transparente
de densidad secreta, de difícil
control en la admisión. Esos instantes
que sonríen o que lloran, la familia
pluralmente instantánea que se queda,
y los hijos que ignoran si sus padres
volverán de la guerra del tiempo,
a la que van,
se abrazan todos, como si ese cerco
carnal pudiera darles
respiro del desgaste inacabable
que los apremia, voraz, los desmantela,
y los recluta, los niega, los arrastra.
De: “La
duda y la deriva”
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