La palabra ardiente
Misteriosa
y ardientemente mía,
la soledad de tu cuerpo
se tiende a mi lado para inaugurar la vida.
Y no dejas de pasar con tus racimos de sangre,
lúcida y desnuda,
desnuda hermosamente,
ofuscada como la vela de un barco en el aire,
rotunda:
así la imagen del mundo
sólo es una sonrisa a tus pies.
Conoces
el remolino que hay en nuestros corazones,
un remolino profundo,
algo así como un vacío
que va sumando nuestras abundancias,
la forma de la abundancia que eres tú
quitándote las ropas con mis manos,
diciéndome una palabra de la vida,
una palabra oscura y silenciosa,
indecible,
como a ciertas horas el corazón.
Todo
es una selva en guerra,
un hundirse en la delicia,
ya no saber nada, ya no ignorar nada,
la lujuria vaga en nuestros cuerpos,
la lujuria es una campana
despertando en tu boca,
todo es el mar, todo es la tierra,
la elegancia con que el sol entra en el cuarto
como si no supiera nada;
los recuerdos, los recuerdos…
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