Mi
abuelo dejó colgada su vejez,
la
ha dejado para alguien desocupado.
Porque
dentro de sus ojos
hay
muchos niños con linternas
jugando
en un bosque por las noches.
Su
prolongada infancia
ya
no quiere sentir
como
cae granizo sobre sus zapatos
en
tallas que nunca le quedaron.
Y me
invita a pasar a su mundo,
con
sus ochenta años de arrastrar raíces,
con
gavetas entreabiertas llenas de veranos
donde
guardaba su juventud bajo llave
entre
poemas que nunca terminó
y
ahora están volando.
Cuando
sea mayor
quisiera
ser el niño
que
es mi abuelo.
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