Hasta
aquí
Fui
enlazando seres, como todos,
en
una representación
de
un solo espectador constante,
a
veces crítico ofendido,
a
veces gran amigo del autor
capaz
de perdonarle cualquier fallo.
Otros
espectadores iban y venían,
se
asomaban un momento,
reían
con un gag,
o se
quejaban ante una escena violenta,
lloraban,
o se encogían de hombros.
A
veces
hasta
irrumpían en escena
para
decir:
no,
no es ficción, esto no es una ficción.
Luego
se hacían humo
o se
estampaban contra el decorado.
Ahora
veo mi vida
como
un poema de la Antigüedad
del
que sólo podemos hacernos una idea
aproximada
porque
nos
han llegado sólo unos fragmentos
en
citas de otros que los sacan del contexto
en
que nacieron.
Aturdidas
imágenes que saltan sobre el vano
empeño
narrativo
de
la memoria
que
puja por inventarse
un
relato como quien se propone
fabricar
un espejo
con
los añicos
de
todos los cristales
que
ha roto en una vida.
De:
“Los días heterónomos”
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