El país más verde
a Antonio Rojas Bueno
Era
el país más verde de la tierra,
tal se veía por mis anteojos.
Un verde hecho rumor sobre los pastos
de fragantes celajes.
Mirándolo
hacia junio,
cuando llovía desde el fondo de las hojas,
cada hombre era un árbol a lo lejos,
de pie ante la feracidad del horizonte.
Pero
más que color, el verde unánime
era un modo de ser, hablar, reconocernos.
Lo llevábamos tatuado en las pupilas
como un mapa de geografías inabarcables.
Podíamos
verlo aun en la sequía
emergiendo del sueño o las palabras,
era el tono fraterno de nuestra soledad,
la
saudade natal de los ausentes,
la vida que iba siempre delante del paisaje
con un boscoso silencio de caballos.
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