Poema XXXI
La
cuetzona baila, baila.
Brinca como un ajolote.
Se mete entre los toros. Les aprieta los huevos.
Moja su jeta en su leche.
Abre su hocico como una gallina culeca.
Se clava en el estiercol fresco y luego sale.
Se bate en el lodo. La cuetzona parece un lagarto.
Levanta su falda y me muestra un alacrán mal dibujado.
La cuetzona me chupa la sangre.
La cuetzona desaparece pero no es un fantasma.
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