Hartsfield-Jackson
Airport
En las torres de
control no hay espacio para contemplar las nubes;
se tiene que hablar con frases cortas,
repetir las instrucciones,
emplear la palabra como usa las manos un cirujano,
mirar los radares como quien escucha a los oráculos.
Mantenerse despierto,
tener una respuesta firme y serena ante las emergencias.
Es casi como escribir
un poema,
pero sin los despegues y aterrizajes simultáneos;
sin los pronósticos meteorológicos;
sin ver caer los rayos o calcular la velocidad del viento.
Los mensajes en el
altavoz tienen un ritmo que no descifro.
Los pasillos parecen un jardín en varios idiomas.
¿A dónde van esas maletas abandonadas?
Veo la cuarta letra
del alfabeto griego y busco en los mapas,
creo que es el sueño el que me hace hallar la palabra Athens,
pero prefiero ver con detenimiento las alas de un pollo frito
y salir del aeropuerto para tratar de mirar al cielo.
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