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«Un
tarareo silencioso y obsesivo acompaña la tarea del escritor. Insistente
tarareo que se deja acompañar por esa orquesta de cámara que son algunos
recuerdos. De tal guisa Franziska, escritora próxima a los sesenta, decidió
internarse en un ancianato a orillas del mar a fin de que no la siguiesen
invitando a veladas nocturnas que pudieran poner en jaque su tarareo», dijo uno
del ramo.
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