sábado, 17 de agosto de 2013

JUAN SANCHÉZ PELAEZ



  
Persistencia



A Ella (y en realidad sin ningún límite). Con holgura y
    placer.

A Ella, la víbora y la abeja: La desnudez preciosa.

A Ella, mi transparencia, mi incoherente arrullo, el rumor
    que sube en las raíces de mi lengua.

A Ella, cuando regreso de las inmensas naves que hay
    en el cuerpo huraño con un sol inmóvil.

A Ella, mi ritual de beber en su seno porque quiero
    comenzar algo, en alguna dirección.

A Ella, que abre el sobre de mis amuletos.

A Ella, que en la balanza anónima de la memoria y en las
    horas finales prolonga mi presencia real y mi presencia
    ilusoria sobre la tierra.

A Ella, que con una frase insomne divaga en el umbral
    de mis lámparas.

A Ella, a causa de un vocablo que me falta y a la vez
    usufructo de un breve viaje que podría revelarme.

—Duerme, pero la obra humana es el instante; al dormir
    se cierra con furor la gran jaula.

—Despierta, pero esboza en las márgenes de tus cejas el
    oro próximo del sueño.

—Revuélcate en esa parálisis fuera del yo de los ciegos
    viajeros.

¡Adónde mi ninguna faz con años!

A Ella, los abismos que hay de mi amor a mi muerte
    cuando caiga a plomo sobre la tierra y en lugar
    de señales desaparezca el sitio de mi ánima sola.



De “Filiación oscura”






No hay comentarios:

Publicar un comentario