miércoles, 23 de octubre de 2013

MARIZEL STONLLO





WU-WEI



Algo se abre como un cuerpo que desaloja sus penumbras
y sus brazos son fibras de sal enhebrando la prolongación de una fuerza.

Cae una gota y el lago recibe con entusiasmo al nuevo ser.

Una mujer abraza el viento y su cuerpo es un nido de silencios.

Inhala y retiene todo en sí.
Exhala y devuelve una bandada de pájaros azules.

Deslizamos los pies y el arroyo refleja los fantasmas del sol.
¿Será posible arribar al vuelo de los pájaros cuando anochezca?

La noche cierra su párpado en el fondo del mar.
El núcleo late siempre allí en lo profundo
donde los templos del día inauguran al porvenir.

En el valle a la hora del sol rojo el color de las hojas se
funde en lo esencial.
En la piel de las piedras resguardo tus ojos
mientras acontece el principio de la noche
y el ruego de los grillos dilata el verano
cuando el árbol estalla trascendiendo en flor.

Tal vez de lejos, de muy lejos
llega esa forma que tomo entre mis manos

Se mueve con mi corazón
y suspende en el aire los distintos mundos.

Mientras ella ya es, otra forma.

¿Es el vaivén de una hoja una coreografía del viento?

Algo se estremece y cede sus hojas sin alma
comienza una danza en remolinos
trazos de luz en el espacio.

Y un cuerpo envuelve el misterio anidándolo.

Cedo la mirada al agua del río
y veo mis ojos que retornan en las pequeñas olas
en la corriente eterna.

La forma siempre muda el horizonte de mis ojos
y el fondo lo permanece en la serenidad.

Un mural de gestos despliega un grito

El sonido es vertido en luz.


Un salto es la celebración
Y el corazón abre su mano a la sombra.

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