A
Gonzalo
A Gonzalo Torrente
Malvido
a tus cuentos
a tus poemas
a tu sangre
por hacerme
comprender
que en el fin del
mundo todo será silencio
no porque no vaya a
haber labios que hablen
sino porque no
quedarán oídos que los puedan escuchar.
Ahora.
Ahora que me elevo mientras me hundo en la miseria
en una tierra en que mi voz
es un limo nauseabundo
Ahora que me elevo mientras me hundo en la miseria
en una tierra en que mi voz
es un limo nauseabundo
un
ritmo espeso
donde
los pobres me odian
y yo odio a los ricos
donde cincelo inútilmente el tiempo
en los Templos del Silencio
para evadir
al menos un minuto más
y yo odio a los ricos
donde cincelo inútilmente el tiempo
en los Templos del Silencio
para evadir
al menos un minuto más
mi
lecho que ahora
Gonzalo
ahora que te has ido sé que
es
—como todos los lechos―
un sepulcro
Gonzalo
ahora que te has ido sé que
es
—como todos los lechos―
un sepulcro
seductor
sí
sí
pero
insaciable.
Sólo
ahora.
Sólo ahora que los hombres buenos se esconden de mi hedor
y los miserables
—como yo—
Sólo ahora que los hombres buenos se esconden de mi hedor
y los miserables
—como yo—
se
refugian en él
entiendo lo que custodiaban aquellos dos garabatos blancos
como el hueso viejo
que impedían el paso a tu frente y
que tú me dejaste apartar.
Seguiré caminando, Gonga
tallando los rubíes de la mentira
porque aún te veo
en las piedras silenciosas
en los pumas de obsidiana
en el cóndor vigilante
y en el áspid subterráneo
y porque
—como tantos ecos repiten—
aún te oigo
en el repicar de cada cigarrillo
en la barra de cada bar
entiendo lo que custodiaban aquellos dos garabatos blancos
como el hueso viejo
que impedían el paso a tu frente y
que tú me dejaste apartar.
Seguiré caminando, Gonga
tallando los rubíes de la mentira
porque aún te veo
en las piedras silenciosas
en los pumas de obsidiana
en el cóndor vigilante
y en el áspid subterráneo
y porque
—como tantos ecos repiten—
aún te oigo
en el repicar de cada cigarrillo
en la barra de cada bar
recitando
a la exida de Vivar…
aunque eso
amigo mío
no me arranca la tarántula de los ojos
yo
quiero que tú
que tú me veas
que tú me escuches
y acunes mi calavera.
Por el camino que seguiste
—y que yo no puedo recorrer.
Estoy aquí encerrado—
cómo pude esperar que no alcanzases los palacios de la sabiduría…
Viajaré hasta las salas del Castigo
a olisquear en nuestra covacha
—a la que llamábamos eternidad—
cuando ya tus restos viajen
rumbo a Ítaca
o a Egipto
o a Polonia
y desde Salamanca
te ofrendaré mis labios rotos
y el secreto manuscrito que te debo
y tú me retornarás a cambio
Gonzalo
amigo mío
nuestros cuentos restañados al borde del abismo
y nuestras mil
y una conversaciones.
a la exida de Vivar…
aunque eso
amigo mío
no me arranca la tarántula de los ojos
yo
quiero que tú
que tú me veas
que tú me escuches
y acunes mi calavera.
Por el camino que seguiste
—y que yo no puedo recorrer.
Estoy aquí encerrado—
cómo pude esperar que no alcanzases los palacios de la sabiduría…
Viajaré hasta las salas del Castigo
a olisquear en nuestra covacha
—a la que llamábamos eternidad—
cuando ya tus restos viajen
rumbo a Ítaca
o a Egipto
o a Polonia
y desde Salamanca
te ofrendaré mis labios rotos
y el secreto manuscrito que te debo
y tú me retornarás a cambio
Gonzalo
amigo mío
nuestros cuentos restañados al borde del abismo
y nuestras mil
y una conversaciones.
Santa Cruz, Bolivia, 4 de
enero de 2012.
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