Querida Olga: Tu Voz…
Ódiame por piedad, yo te
lo pido,
ódiame sin medida ni clemencia.
Odio quiero yo mejor que indiferencia,
porque solamente se odia lo querido.
ódiame sin medida ni clemencia.
Odio quiero yo mejor que indiferencia,
porque solamente se odia lo querido.
Querida Olga: tu voz como una algaida contaminaba
nuestros corazones y tu boca nos invitaba al odio. Desconocíamos esa feroz
pasión multiplicada en víboras porque era nuestro tiempo un sistema solar para
la vida. Palabra por palabra sobre la piel caía como un sudario en llamas todo
el odio. Todo el odio que puede acumular aquel que ha sucumbido al amor y al
filo de su sueño se derrumba todo un volcán de sangre. Pero tu voz seguía como
un diluvio ebrio golpeando los tapiales de nuestra adolescencia… aunque no
comprendíamos.
Después… odiar. Saber odiar ha sido tan simple y
tan normal como vivir, pues ya la vida como una vieja puta nos enseñó a beber
en los cálices negros el zumo genital de los chacales. Mas como tú avisabas había
algo peor: la indiferencia. Ella es copa de escarcha que la sangre agria y gota
a gota va quemando el alma. Y borra la ternura y a la comprensión levanta
oscuros muros y a la esperanza con obstinadas sombras amuralla. Anega la
inocencia de cenagosas aguas, constriñe la alegría entre escombros de pena. Y
no hay cielo ni infierno, sólo cirios que alumbran los despojos de los siete
pecados capitales.
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