A
mi manera
Amé
tanto en la vida y voy a desaparecer.
Estúpido
y joven vi las auras de las bellezas,
pude
leer murmullos en el cielo
y
viví un estado alterado de la conciencia.
Como
el espíritu del mundo
viví
suspenso en el rocío, en el aire,
en
los rayos del sol y de la luna.
Viví
la fantasía de lo que podía vivir
sustituyendo
la realidad,
ligero
y frívolo, con la profundidad de un charco
sobre
el asfalto,
con
un traje puesto, otro lavándose, y otro en el armario.
Con
el corazón de un animal
y
colores fuertes cubriendo mi cuerpo
gocé
perlas y concubinas,
alimenté
un temperamento para el amor
y
fui prisionero de la morbosidad de la tristeza.
La
mujer piensa que el hombre
nunca
sabe nada del corazón
aunque
lo vea arder en montañas de llamas
rojas
y flameantes
y
congelar su aliento con el sonido seco de la lagrima.
El
mundo sobrenatural de la pasión
es
más real y atemorizante:
burla
a la muerte y vence a lo invencible.
El
amor y la pasión van juntos:
la
pasión destruye, y el amor
lo
pone a uno en su lugar, sin resentimientos,
en
el suplicio de la esperanza.
No
sé si la guerra que viví
fue
para aferrarme a lo que amé
o
para destruirlo.
Pero
la diversión de la vida
acaba
gruñendo y gimiendo.
La
naturaleza siempre dice la verdad:
al
ser humano le gusta su propia basura
y
ve lo negro de la noche
con
el color de los ojos de la amante
Amé
tanto en la vida y voy a desaparecer.
Granada, 29 de noviembre de 2001.
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