viernes, 23 de mayo de 2014

FRANCISCO DE ASÍS FERNÁNDEZ


 

A mi manera

 

 

Amé tanto en la vida y voy a desaparecer.

Estúpido y joven vi las auras de las bellezas,

pude leer murmullos en el cielo

y viví un estado alterado de la conciencia.

Como el espíritu del mundo

viví suspenso en el rocío, en el aire,

en los rayos del sol y de la luna.

Viví la fantasía de lo que podía vivir

sustituyendo la realidad,

ligero y frívolo, con la profundidad de un charco

sobre el asfalto,

con un traje puesto, otro lavándose, y otro en el armario.

Con el corazón de un animal

y colores fuertes cubriendo mi cuerpo

gocé perlas y concubinas,

alimenté un temperamento para el amor

y fui prisionero de la morbosidad de la tristeza.

La mujer piensa que el hombre

nunca sabe nada del corazón

aunque lo vea arder en montañas de llamas

rojas y flameantes

y congelar su aliento con el sonido seco de la lagrima.

El mundo sobrenatural de la pasión

es más real y atemorizante:

burla a la muerte y vence a lo invencible.

El amor y la pasión van juntos:

la pasión destruye, y el amor

lo pone a uno en su lugar, sin resentimientos,

en el suplicio de la esperanza.

No sé si la guerra que viví

fue para aferrarme a lo que amé

o para destruirlo.

Pero la diversión de la vida

acaba gruñendo y gimiendo.

La naturaleza siempre dice la verdad:

al ser humano le gusta su propia basura

y ve lo negro de la noche

con el color de los ojos de la amante

Amé tanto en la vida y voy a desaparecer.

 

Granada, 29 de noviembre de 2001.

 

 

 

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