Sólo
resta la cautela
A menudo discutimos
sobre la lana de la cabra,
Pero por gusto,
Porque la cabra no tiene lana.
Horacio
Pero por gusto,
Porque la cabra no tiene lana.
Horacio
para
Alejandro
Todos
mis amigos de otrora, los de hoy
y seguro los de mañana,
son unos irremediables ultraizquierdistas:
ellos lo ignoran, pueden incluso negarlo
o disimular al extremo que puede uno creerlos
bordeando la categoría de tránsfugas.
Ninguno de ellos asegura saber dónde comienza lo que
debe hacerse,
pero soñamos con desgano alguna sorpresa de la vida:
también dicen de mí lo que acostumbro blasfemar
sobre sus actos.
y seguro los de mañana,
son unos irremediables ultraizquierdistas:
ellos lo ignoran, pueden incluso negarlo
o disimular al extremo que puede uno creerlos
bordeando la categoría de tránsfugas.
Ninguno de ellos asegura saber dónde comienza lo que
debe hacerse,
pero soñamos con desgano alguna sorpresa de la vida:
también dicen de mí lo que acostumbro blasfemar
sobre sus actos.
Borrachos
y mujeriegos, seguro, pero traidores
nunca:
se comenta que hablamos con insistencia
de los otros cuando no están, seguro,
pero traidores nunca.
Sin pretenderlo siquiera mi ex-esposa los calificó
de ambiguos,
y tenía razón,
dijo que de política no distinguían un zapato rojo
de un transatlántico,
y tenía razón:
«un buen día te quedarás solo con ellos»,
y tenía razón.
Aunque no cometo el atropello estético de escogerlos
(resultaría pedante, por decir lo menos),
reconozco no tener mejor visión
para olvidarme de ellos a la hora de las premuras
y del silencio.
Tampoco hacen apología de cuestión alguna
ni citan libros eternos para defender la necesidad
de una bomba:
destacan, eso sí, a la hora de no decir palabra.
Son pocos, a veces muchos, otras demasiados:
siempre extrañables.
nunca:
se comenta que hablamos con insistencia
de los otros cuando no están, seguro,
pero traidores nunca.
Sin pretenderlo siquiera mi ex-esposa los calificó
de ambiguos,
y tenía razón,
dijo que de política no distinguían un zapato rojo
de un transatlántico,
y tenía razón:
«un buen día te quedarás solo con ellos»,
y tenía razón.
Aunque no cometo el atropello estético de escogerlos
(resultaría pedante, por decir lo menos),
reconozco no tener mejor visión
para olvidarme de ellos a la hora de las premuras
y del silencio.
Tampoco hacen apología de cuestión alguna
ni citan libros eternos para defender la necesidad
de una bomba:
destacan, eso sí, a la hora de no decir palabra.
Son pocos, a veces muchos, otras demasiados:
siempre extrañables.
Sólo
resta la cautela, un puñado de deseos
y saber
que en las buenas y en las malas
(aunque lo ignoren o se esfuercen en negarlo)
mis amigos de otrora, los de hoy
y seguro los de mañana,
serán siempre unos irremediables ultraizquierdistas.
y saber
que en las buenas y en las malas
(aunque lo ignoren o se esfuercen en negarlo)
mis amigos de otrora, los de hoy
y seguro los de mañana,
serán siempre unos irremediables ultraizquierdistas.
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