lunes, 2 de junio de 2014

PEDRO ANTONIO ARAYA


 

Antiguo acaso de haber

 

De haber estado herido o condenado
de haber elegido el verano
la araña o el luto; pero no     no
frente a mi alcoba sin luz si imaginas algo de esto
a una sola gota oscura la tuve junto a mi
la ebrio injurié le rompí el costado    y la quise así
besé sus piernas      dejé que sus manos regasen mal cerradas mi cuerpo sus labios      a cada
hora sin leyes se abrían     de amor y sangre la mordí
suavemente
llorando el miedo vino
conmigo ella tarde porque ya no pedía nada
tú y quienes éramos yo el allí
    pareció que ya antes había sucedido
                           le comencé a desatar los cabellos
y cada cabello era una voz para un nosotros       éramos la tibia corriente bajando por
atrapados la cara un hilillo
entre el cómo de denso follaje       demandando la vida de un hombre
corona éramos
de espinas nos cubrimos demasiado
       del vértigo     y ya sabía     qué se iluminaba donde
sobresaltó
su delirio adentro
                                 por los aires yéndose un ella tal vez me decía
era la novia olvidada
gritamos de amor tan nuevamente como al arder de las cosas
una que era tejida red luminosa y relucían ciudades enteras las blancas al fondo los anillos inconclusos de un prisionero
soñaba bruno el que olvidado sobre su desnudez
y recogí a la belleza tus ojos abismos hermosamente tan para esto
dejé unas valvas de breves moluscos entre las grietas
de las murallas      cuando el cielo del oeste se escondía
       adentro tan de mi sombra cambiando
siete veces un puñal o un lirio      escondido
entre sus senos
                        sobre las suaves montañas: el sol
se había roto en goterones                   sobre mis muslos las manchas
de mis estas tierras ropas oscuras de hijos
sucios de sonreír un algo de hambre y los abracé      también a ellos
como un mendigo que fuera y soy aún con estas líneas
sentados en un montón de basuras      fumábamos melodías
ni siquiera inventadas las caras
                                          los hermosos héroes y los hermosos santos
eligieron a quiénes saber el ya que
                                  una pobre loba muerta yacía     junto a nosotros
pariendo en el barro de la calle.

 

 

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