jueves, 10 de julio de 2014

JORGE LUIS MORALES


 

Urbanización

 
 
Posiblemente motivada esa lisura de los pasos
sobre la gravilla, liquen talado muy cerca de las pistas.
Y es la penumbra, el altiplano,
donde ubica con sus faros su condena:
el camino se espacia y nuestros cuerpos son
un escanciado breve que perfila el extravío.

Hay extrañeza en ese paso
arrumbado del vehículo, más estrecho ahora;
y mirarse, o mirar al cristal, desconocidos,
desiguales como fugitivos que advirtieran serlo.

Mitiga nuestro rostro el sobresalto de los porches
y el farol con que ostentan su callado resplandor,
ajenos a esta pugna de rumores tras los setos
discrepantes de olor, con su corazón nuevamente podado.

Pesa más por tanto lo indistinto,
el llevarse a ser, nuevos y nocturnos, en el encuentro.
En la paralela, que trenzan otros sobrios portones
nadie es ruta de nada,
y la cal dispensa de su terco labio.

Pedimos ahora, como sables a su funda,
adherir al aire su filoso astro y nuestra entrega.

Son las verjas de las canchas un horadado pañuelo
y, mutuamente, nos damos un aviso
de separación y sombra.

 

 

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