miércoles, 6 de mayo de 2015

ELIZABETH BISHOP


 

Algunos sueños que ellos olvidaron

 

Los pájaros muertos cayeron sin que nadie
los hubiera visto volar o pudiera
imaginar desde dónde. Eran negros,
sus ojos estaban cerrados, y nadie
supo qué clase de pájaros eran. Pero todos
se apoderaron de ellos y miraron
hacia arriba, por el reciente y largamente
infundibilizado cielo.
También cayeron gotas oscuras. Se recogieron
en los canales del tejado, se congregaron
en los cielorrasos sobre los hechos de todos ellos;
toda la noche, gotiformas misteriosas,
colgaron sobre sus cabezas, se esparcieron
después entre sus dedos distraídos, rápidas
como el rocío hojas afuera.
Y ellos, ¿dónde habían visto
bayas silvestres tan perfectamente negras como éstas
y que brillaran igual al alba? Señuelos
de centro negro, en altas ramas, o debajo
de las hojas. Venenosas, pensaron
y las olvidaron o —¡recuerda!— comieron
de los sobrecargados árboles. ¿Qué flores
se encogen como semillas, como éstas o la aguileña?
Pero hacia las ocho o las nueve, los sueños
de todos ellos son inescrutables.

 

 

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