El
centro de mi universo en la boca
Una
sospecha de penumbra basta
para
entrar a un hospital.
Para
salir, se necesita
un
gran rayo de sol.
Y,
con suerte, y algo más,
algunas
veces,
las
cosas se acomodan
aquí
y allá, arriba, abajo,
en el
cielo y en tu cuerpo.
Y
entonces el sol es un botón,
que
se abre en tu camisa,
la
luna una sonrisa
en tu
pecho.
Para
el que
pueda
o sepa
gozar
ese acomodo,
salud
es luz.
Dicen
que el persa sediento,
el de
los treinta pájaros viajeros
que
eran uno
y era
imagen del deseo,
le
dijo alguna vez a su amada:
La
cúpula del universo está en tu pecho,
y en
la vasija cóncava donde bebo.
Y en
la frescura y la dureza
de
esta aceituna en el fondo
está
el sabor de tus pezones
coronando
el centro del universo
que,
de pronto,
está
en mi boca.
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