Yo
soltaba los galgos del viento para hablarte.
A machetazo limpio, abrí paso al poema.
Te busqué en los castillos a donde sube el alma,
Por todas las estancias de tu reino interior,
Afuera de los sueños, en los bosques, dormida,
O tal vez capturada por las ninfas del río,
Tras los espejos de agua, celosos cancerberos,
Para hacerme dudar si te amaba o me amaba.
Quise entrar a galope a las luces del mundo,
Subir por sus laderas a dominar lo alto;
Desenfrenar mis sueños, como el mar que se alza
Y relincha en los riscos, a tus pies, y se estrella.
Así cada mañana por tu luz entreabierta
Se despereza el alba, mueve un rumor el sol,
Esperando que abras y que alces los párpados
Y amanezca y, mirándote, suba el día tan alto.
Si negases los ojos el sol se apagaría.
El acecho del monte y del amanecer
En tinieblas heladas y tercas quedaría,
Aunque el sol y sus ángeles y las otras estrellas
Se pasaran la noche tocando inútilmente.
A machetazo limpio, abrí paso al poema.
Te busqué en los castillos a donde sube el alma,
Por todas las estancias de tu reino interior,
Afuera de los sueños, en los bosques, dormida,
O tal vez capturada por las ninfas del río,
Tras los espejos de agua, celosos cancerberos,
Para hacerme dudar si te amaba o me amaba.
Quise entrar a galope a las luces del mundo,
Subir por sus laderas a dominar lo alto;
Desenfrenar mis sueños, como el mar que se alza
Y relincha en los riscos, a tus pies, y se estrella.
Así cada mañana por tu luz entreabierta
Se despereza el alba, mueve un rumor el sol,
Esperando que abras y que alces los párpados
Y amanezca y, mirándote, suba el día tan alto.
Si negases los ojos el sol se apagaría.
El acecho del monte y del amanecer
En tinieblas heladas y tercas quedaría,
Aunque el sol y sus ángeles y las otras estrellas
Se pasaran la noche tocando inútilmente.
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