miércoles, 4 de enero de 2017

BLANCA SANDINO





Sábado de isobaras



Sin un temblor me aíslo tras el anverso de mis manos:
las palmas empujan el aire (aunque no lo creas, ofrece resistencia).
Mi única salvación es huir.
Huir, antes de que estalle la borrasca que presiento
(mantén la mirada firme -me digo- en una sola dirección).

Pero he amanecido como si me doliera el día,
y el sábado -o el mundo-, entre mis dedos,
no es más que una enorme jaula:
estoy fuera, y no sé cómo volver a entrar.


No hay comentarios:

Publicar un comentario