Piedras
Los
días vienen y van, sin esfuerzo, sin sorpresas.
Las piedras absorben la luz y la memoria.
Alguien hace de una piedra una almohada.
Otro pone una piedra sobre sus ropas antes de zambullirse
para evitar que se las lleve el viento. Otro usa
una piedra como banquillo
o para señalar algo en su tierra, en el cementerio, en un muro,
o en el bosque.
Tarde, después del ocaso, cuando vuelves a casa,
cualquier guijarro de la playa que pones sobre la mesa
se convierte en estatua —una pequeña diosa de la victoria o
perro de Artemisa, y éste, sobre el que un joven se
paró, con
pies húmedos al mediodía, es un Patroclo de pestañas cerradas
y oscuras.
Las piedras absorben la luz y la memoria.
Alguien hace de una piedra una almohada.
Otro pone una piedra sobre sus ropas antes de zambullirse
para evitar que se las lleve el viento. Otro usa
una piedra como banquillo
o para señalar algo en su tierra, en el cementerio, en un muro,
o en el bosque.
Tarde, después del ocaso, cuando vuelves a casa,
cualquier guijarro de la playa que pones sobre la mesa
se convierte en estatua —una pequeña diosa de la victoria o
perro de Artemisa, y éste, sobre el que un joven se
paró, con
pies húmedos al mediodía, es un Patroclo de pestañas cerradas
y oscuras.
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