Poema
I
Un anciano que muere es una
biblioteca que se quema.
Óyeme
andar,
cree
en los nombres que hilvano.
Te
diré que llueve en la tierra
y
sabrás que hay geografías de hambre.
Exilia
de mí las voces de tus pájaros,
los
vencejos del día,
la
ausencia que fundó mi calendario.
Porque
transité tus párpados
en
busca del viento de tu astrología,
de
oír tu voz arribar con el sudeste,
y el
agua de tus vértebras
subir
y multiplicarme.
De: Escenografías.
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