viernes, 8 de septiembre de 2017

FRANCISCO SEGOVIA





Después de caminar por todo el día
sin más que el resplandor del sol sobre las dunas
nos detenemos a acampar.

En la noche —casi ciegos—
abrimos aún los ojos escaldados
y miramos las estrellas.

Caen sobre el horizonte
como una llovizna lenta.



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