Manicomio
Homenaje a Leopoldo María Panero
Sabiendo
a la locura un animal escondido tras la maleza,
descansando
al acecho de lo profundo del hombre,
él la
hirió como cazador a ciervo,
como
flecha de pureza letal a la mujer
que da
a luz sin ver el gemido
detrás
de la ventana del castillo. Panero,
los
eunucos frotan los huevos que no tienen
contra
el rostro de la amargura. Eso todos lo saben:
tus
doncellas, tus prostitutas, este sentimiento
que
agranda la soledad y contamina
la
palabra. Lo que desconocen
es ese
fuego que no es fuego
sino
llama fría
(la
vida usó tus versos para decirlo)
en el centro
de un animal resplandeciendo,
en el
centro de su nido meado solamente por vos.
De: “El cielo no termina de quemarse”
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